- Santi Alabern
- 4 feb 2023
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 19 feb 2023
¿Conoces la historia de Buda?

Resumiéndola mucho vendría a ser algo así:
Cuenta la leyenda que Siddhārtha Gautama "Buda", hijo del Rey, vivió los primeros años de su vida rodeado de todo tipo de lujos, todos estaban a su servicio y nunca salía de palacio, con lo que su visión de la realidad era exclusivamente lo que veía en el interior de su minúsculo y lujoso caparazón.
Un día sintió un vacío existencial y decidió salir de palacio. Afuera contempló la pobreza extrema en que vivía la gente y decidió transitar ese camino abandonando el reino y viviendo una vida asceta, dedicada a la meditación y la contemplación hasta llegar a la iluminación. Alcanzado el nirvana decidió renunciar a él para dedicarse a impartir sus enseñanzas por el mundo.
En la segunda mitad del siglo pasado la filosofía budista empezó a ponerse de moda en occidente, tema que daría para profundizar más sobre los importantes avances que esto aportó a la espiritualidad de las sociedades occidentales. Ahora sólo quiero resaltar un pequeño detalle que en la época ya me sorprendió. Los primeros “Gurús”, maestros de yoga, terapeutas, etc. que decidieron contar su historia personal, son aquellos que tenían una historia parecida. Veamos el ejemplo típico:

“Yo (el gurú) era un hombre de negocios de éxito, trabajaba para una empresa super conocida y tenía un cargo de CEO, un nivel de vida elevado: casas enormes, coches de lujo, viajes, mujeres (esta historia generalmente la contaban hombres),... pero vivía con mucho estrés, casi no veía a mis hijos, y no tenía amigos verdaderos. Hasta que un día dije: ¡Basta! ¡Lo dejo todo!! (bueno, dejó el trabajo porque la casa y los coches se los quedó). Renuncié al tren de vida que llevaba y me entregué a la práctica del yoga.” Resumiendo, el final sería algo así como: “ahora casi no gano dinero pero soy más feliz”. A estos yo los llamo los “pequeños budas”.
Todas las historias tenían un patrón parecido: durante los primeros años de su vida eran personas extremadamente egocéntricas que sólo pensaban en ellas mismas, en sus necesidades, en sus lujos, en sus problemas, “yo, yo y sólo yo”. Pero esto no les aportaba felicidad con lo que decidieron hacer un cambio, como “Buda”, transitar un periodo de autoconocimiento y luego ponerse al servicio del otro.
El Ego tiene muchas maneras de manifestarse, la más conocida y más fácilmente identificable es la manifestación de los ejemplos que acabamos de dar. Pero hay otra forma menos reconocida en que el ego se manifiesta.
Al igual que hay personas que viven su realidad desde el “yo, yo y sólo yo” donde el universo entero gira entorno a ese pequeño e insignificante “yo”, también hay personas que su “yo” no gira al entorno de ellas mismas sino que gira entorno al otro, “tú”. No nos confundamos, este ego no es menos egocéntrico que el otro, simplemente vibra en otra frecuencia pero los patrones que lo sostienen en la psique de la persona son exactamente los mismos. Estas personas son a las que llamo “las complacientes”.
Desde un punto de vista superficial el complaciente antepone las necesidades del otro a las suyas propias, pero esto no es del todo cierto, ya que la necesidad de un complaciente generalmente es el reconocimiento del otro, si el otro no lo reconoce su Ego entra en crisis.
La persona egoísta no busca el reconocimiento del otro, porque en la ecuación del “yo, yo y sólo yo” el otro no existe; en cambio, para el complaciente el otro es lo que alimenta su Ego.
Como ya hemos dicho, la fórmula que alimenta el Ego del egoísta es “yo, yo y sólo yo”, en consecuencia, la fórmula que alimenta el ego de un complaciente es “tú, tú y sólo tú”.
La fórmula del equilibrio sería, en una primera instancia, “Yo y Tú” (importante primero Yo); luego incluiríamos el Nosotros, hasta que este Nosotros incluyera a todos “Yo, Tú y Nosotros”.
En un estado más elevado de conciencia el “Yo, Tú y Nosotros” pasaría a ser una unidad que lo integraría todo en la visión no dual. Pero de momento no vamos a entrar ahí, nos quedamos con la fórmula “Yo, Tú y Nosotros” como 3 entidades diferenciadas:
Egoísta “Yo Yo y sólo Yo”
Complaciente “Tú, Tú y sólo Tu”
Equilibrio “Yo, Tú y Nosotros”
En el complejo mundo de las relaciones, el egoísta y el complaciente tienden a encontrarse en todos los ámbitos de la vida, ya que al ser las dos caras de la misma moneda egoica, se atraen irremediablemente.

¿Cómo identificar si eres un complaciente?
Éstas son algunos pensamientos con los que un complaciente se puede identificar:
Antepongo las necesidades del otro a las mías.
Han decidido hacer esto, a mí ya me está bien.
No debo enfadarme, él/ella es así.
Fácilmente me siento culpable.
Si me enfado con el otro el débil soy yo por no saber gestionar mis emociones.
Esto que han hecho no me ha parecido bien, pero lo dejaré pasar porque no merece la pena enfadarse por esto.
Mis amigos sólo pueden quedar el sábado, bueno, puedo cambiar mis planes.
Mi padre se ha puesto enfermo y somos 4 hermanos, siempre voy yo, al fin y al cabo soy la más responsable.
Siempre estoy haciendo cosas por los demás y en el fondo creo que cuando yo necesite algo los demás no responderán.
Hago cosas por los demás sin que ni siquiera me las pidan.
Muchas cosas de las que hago no me las reconocen.
Si alguna vez no puedo ayudar a alguien me siento fatal e intento por todos los medios encontrar una solución.
Soy una buena persona y me considero mejor que la gente egoísta que sólo piensa en ella.
Realmente creo que con mi ayuda el otro podrá cambiar.
No sé decir que no.
Ahora, amigo, amiga complaciente, vienen las malas noticias:
El proceso que un complaciente tiene que hacer para encontrar su equilibrio al principio es mucho más duro que el del egoísta.
El primer paso que debe hacer el egoísta para modificar su fórmula es introducir el “Tú” en la ecuación. Cuando esto sucede generalmente es visto como un acto de generosidad, la persona ya tiene en cuenta al otro, y es signo de admiración por los que lo rodean, hasta el punto de que por muy egoísta que seas y lo mal que te hayas portado, una buena acción hará que la gente tenga una buena opinión de ti, generando frases como estas:
En el fondo es buena persona.
Fíjate, se está convirtiendo en una persona en la que puedes confiar.
El primer paso que debe hacer un complaciente es incorporar el “Yo” en su fórmula, generalmente esto no está tan bien visto por los que lo rodean, y por consiguiente, sentirá frases como estas:
Te has fijado justo cuando la necesitaba me dijo que no.
Pensaba que siempre podría contar con él.
Qué rara está, ¿no? No parece ella.
Si eres complaciente, y estás en este punto, ya no serás la persona con la que pueden contar incondicionalmente y encima estarás eludiendo tus responsabilidades (generalmente impuestas por el otro). O sea, de repente la gente que te rodea va a tener la percepción de que te estás volviendo una persona egoísta, difícil de tratar, que los cambios personales que estás haciendo te llevan a peor, cuando la realidad es que te estás equilibrando. Estas percepciones negativas que se generan en tu entorno van a ser como puñaladas para tu ego, incluso si tu entorno te facilita este proceso, la imagen que generará tu ego sobre ti misma puede ser demoledor.
Además de esto, mientras haces el proceso de incorporar el Yo en tu fórmula, las relaciones que mayoritariamente tenías con personas “Yo, Yo y sólo Yo” se irán trasformando. Lo que probablemente ocurrirá es que las relaciones familiares se tensen, más de una relación de amistad o pareja salte por los aires, y la mayoría de amistades pasarán al olvido.

Pero ésta no es la única mala noticia. Un complaciente, o sea, un complaciente de verdad, dedica su vida a los proyectos de los demás (generalmente a los proyectos de los egoístas) y recuerda, no lo hace porque sea buena persona, lo hace porque esto es lo que alimenta su ego, su existencia, lo hace como acto puramente egocéntrico.
Si eres complaciente y empiezas a incluir el Yo en tu fórmula, una de las cosas que sucederá es que comenzarás a preguntarte cuál es tu verdadero proyecto en la vida. Cuando lo intentes poner en marcha lo más probable es que al principio fracases estrepitosamente. Esto es debido a que la red social que has tejido durante tu vida te ha hecho rodear de personas que pertenecen al otro lado de la moneda egoica, o sea el “Yo, Yo y sólo Yo”, y estas personas que aún no tienen incorporado el Tú en su fórmula te van a ignorar completamente. Esto va a tener un impacto doblemente negativo, ya que la falta de reconocimiento de la gente que te rodea hará menguar tu autoestima, y aumentará tu falsa percepción de que no vales para ese proyecto. Esto, lógicamente, va a mejorar. A medida que incorpores la fórmula del “Yo, Tú y Nosotros”, tus relaciones van a ir cambiando, y se van a abrir nuevas oportunidades en tu vida.
Otra mala noticia es que cuando finalmente encuentres el equilibrio del “Yo, Tú y Nosotros” no podrás contar tu historia con el mismo orgullo que lo hacen los “pequeños budas” ya que para encontrar ese equilibrio has tenido que hacer el camino inverso. Al principio eras una persona egoicamente “altruista”, que te tuviste que convertir en “egoísta”, para finalmente encontrar al otro desde tu auténtico Yo.
No todo son malas noticias para los complacientes, ya que tienen una gran ventaja respecto a los egoístas.

Cuando una complaciente empieza a ver al otro desde su Yo, lo tiene mucho más fácil. No olvidemos que esta persona lleva toda su vida al servicio del otro, y para estar al servicio del otro tienes que haber aprendido a escuchar lo que te dice, a sentir lo que siente, a empatizar con su problemática. Sin darte cuenta ya te has vuelto una experta en todo esto. Cuando empiezas a dar desde tu Yo auténtico no te va a costar tanto como a una egoísta que ha incorporado el Tú, ya que ésta deberá aprender todas esas habilidades.
¿Cómo identificar si eres una egoísta?
Éstas son algunas características con las que una persona egoísta se puede identificar:
Me enfada que me lleven la contraria.
¿Y a quién no le enfada que le lleven la contraria?
Me da miedo que me roben las ideas de mi negocio.
Mi vida, mis relaciones, mis proyectos o mis problemas, suelen ser el tema principal de casi todas mis conversaciones.
Cuando se debe proponer una fecha para hacer algo soy el primero en proponer la fecha que me va bien, no quiero adaptarme a los demás.
Me ofrezco voluntario rápidamente para hacer las tareas que más me gustan para evitar las aburridas.
Soy una persona extremadamente ocupada, si surge una tarea, que la haga otra persona que esté más ociosa.
Me gusta decidir qué hacer, cuándo y con quién.
He tenido que aprender un montón de estrategias para lograr del otro lo que quiero.
Se me da bien manipular situaciones.
La mayoría de parejas que he tenido no me han querido como me merecía.
A veces me siento solo.
Tengo miedo a la muerte.
Ahora, amigo, amiga egoísta, vienen las malas noticias:
El proceso de un egoísta para encontrar su equilibrio al principio puede ser más fácil y gratificante que el de los complacientes, pero a la larga es mucho más difícil de completar y los objetivos pueden llegar a ser mucho más confusos.
Un Egoísta, recordemos, una persona instaurada en el “Yo, Yo y sólo Yo” va a rodearse de complacientes, esto hace que para el egoísta sea mucho más difícil de identificar que tiene un desequilibrio.
Si te has identificado como una persona egoísta y estás en este proceso, cuando empieces a tener en cuenta al otro, la gente te aplaudirá, todo serán alabanzas, y no hay nada mejor que esto para el Ego. Probablemente, te llegará a pasar por la cabeza que te estás convirtiendo en el “puto amo” de la humildad y el altruismo. Esta fase es normal, y si no se va con cuidado uno puede permanecer ahí durante mucho tiempo.
Uno de los grandes retos del egoísta en su camino de evolución es, precisamente, la de no abandonar el camino. Cuando una complaciente identifica su condición como tal e identifica a los egoístas que alimentan su ego complaciente, su camino será difícil pero el mapa estará bien marcado, y una vez iniciado el camino, generalmente, no habrá vuelta atrás. El camino de un egoísta es más complejo. Desde un punto de vista superficial, el egoísta ya se encuentra cómodo estando rodeado de complacientes, con lo que le será doblemente costoso y estará tentado a abandonar el camino. No olvidemos que si a un complaciente le muestras un ápice de interés hacia su persona este va a hacer un sobreesfuerzo para ser aún más complaciente, con lo que se reforzará aún más el vínculo egoísta-complaciente.

Una de las grandes ventajas del egoísta cuando encuentra el equilibrio del “Yo, Tú, Nosotros” es que conservará todo el potencial egoico que ha regido su vida, esto le permitirá ser un líder nato, iniciar proyectos con relativa facilidad y conectar con la gente para llevarlos a cabo.
Otra gran ventaja que encontrarán las egoístas en su camino es que sus relaciones mejorarán, los familiares cercanos agradecerán el cambio y, si bien es cierto que algunas amistades van a diluirse, las que queden serán mas auténticas.
En definitiva, tanto para las complacientes como para las egoístas, está claro que el camino a emprender no es un camino fácil. También hay que tener en cuenta que, aunque nos identifiquemos con uno o con el otro, lo normal es que también tengamos un poco del otro aspecto, 80-20%, 60-40% etc. y que quede claro que el equilibrio no es encontrar un 50-50%. El equilibrio se encuentra cuando desde este 50-50% logramos hacer un “Nosotros”.
